lunes, 29 de septiembre de 2008

Y DESPERTAR…


Yo envidio al viajero errante y al emigrante que vuelve al hogar;
Envidio la suave luz primeriza que nos despierta,
el silencio, el azar;
Y odio la sangre fría, la estulticia, la virtuosidad
del enmascarado y falaz, del empobrecido y facineroso;
Y amo, del generoso, su prodigalidad.

Yo envidio al valiente que defiende derechos y libertades,
que no conoce la vanidad; y al ilustre y al amable y al pretencioso
incapaz, que entre hojas secas, encuentra flamear banderas e ideas,
improntas;
y el mar que no cesa,
y te ofrece promesas imposibles y crece la busca y captura,
y mece, en la cuna, su incapacidad.

Y odio perder el tiempo, la soledad, el conformismo
social, y la amargura y la maldad descarada
que enfrenta pasiones, y absorto contemplo,
ajeno, la crueldad, el inútil dinero que da la felicidad
falsa y escurridiza; enfermiza sociedad.

No espero encontrar respuestas ni ofrecer soluciones,
ni las deseo siquiera;
Mi alma envidia el misterio y los enigmas,
y los dilemas, y las plegarias humildes; y odia el rencor,
y los estigmas indelebles de dolores y obsesiones.

Yo envidio la libertad de los pájaros y los sueños de los demás;
Yo nunca he soñado;
y amo la vida… y a ti… y por qué no al desgraciado
y al escuálido dueño de templos malditos, de cartón y sucias mantas,
de botellas vacías y huecas esperanzas.

Yo odio las etiquetas, los fuegos artificiales, el papel del water
que se deshace, los yates lujosos y la lujuria promiscua, y la xenofobia
entre hermanos, y el dominical canto sagrado del cínico depravado
que exculpa pecados sin perdón.

Solo espero respeto y alguna caricia sincera, y un beso
en la noche, y ningún reproche; y ser honesto y gozar de los días;
Escapar de la ducha fría en invierno y tejer una colcha de lana
en verano, y taparme los ojos o quedarme ciego perpetuo
para no percibir los rumores funestos, las desdichas y el fuego
que ha de abrasar nuestra ira y los sueños.
Y despertar…

No hay comentarios: