En el árbol de la vida colgué
mis esperanzas,
y sus raíces crecieron robustas,
a pesar de la soledad
en la que se crece,
y se crece.
Colgué mis rabias, mis iras
y mis dilemas,
y los frutos más maduros
crecieron,
y crecieron.
Colgué mis sueños,
y mis recuerdos que se envolvían
entre plásticos y azufre,
terciopelo y carencia,
pero crecieron,
y crecieron.
En el árbol de la vida colgué
mis locuras y mis extraños pensamientos,
y mis estúpidos enigmas,
y las secuelas y las cicatrices
crecieron,
y crecieron.
Y en el fondo más profundo,
bajo un cielo apagado
de sombras, y relámpagos
de silencio, y de flores
marchitas; creció mi ser más íntimo
y personal,
y le amo; y le amaré;
como a esa flor de estaño
que creció entre mis manos,
y creció;
con mi nombre entre sus labios,
y mi Vida entre sus brazos;
porque ansiaba ser amada.
Y la amo.
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